“Yo seguiré mendigando, con palabras y con cartas, para una obra social que trata de inyectar a los más pobres un poco de esperanza y alegría de vivir”. Con esa frase, el padre Juan Halligan contaba cómo era su bregar para sacar adelante a su Centro del Muchacho Trabajador (CMT), a su ‘familia de familias’.

Este enorme jesuita, de profundo amor para los más pobres, falleció a este 16 de diciembre de 2022, en el sur de Quito. Por eso, la familia UTE extiende su más sentida condolencia, lo hace porque fue un personaje intachable y durante su administración mantuvimos varios convenios.

Se marchó a los 92 años, pobre, tal cual vivió desde el momento mismo que abandonó su país (EE.UU.) y llegó a su Ecuador del alma, en 1962. Para aquella época tenía 30 años.

Casi de inmediato, el padre Halligan estudió la problemática de los niños trabajadores en Quito y encontró que el 99% se dedicaban a limpiar botas, a vender en la calle, etc. Así nació su idea de apoyar a estos pequeños con las tres comidas diarias y un espacio para pasar la noche.

“Para mí es un placer trabajar con estos niños. Ellos son agentes de la prosperidad de la Patria, pues aportan a la canasta familiar. Son una especie de héroes”, decía Halligan cuando le preguntaban sobre su gran obra, aquella que le enterneció y le marcó para siempre.

Aquel CMT de ayuda lo fundó en 1964, en un desván del Colegio Gonzaga, junto al campanario de la iglesia La Compañía (Centro de Quito). Allí se empezaron a impartir clases de catecismo, así como talleres de carpintería y zapatería. Años después, se legalizó la escuela primaria, en jornadas diurnas y nocturnas
 
De allí en más, este gran hombre de fe se enfocó en “la posibilidad de que un niño trabajador se desarrolle y encuentre un futuro promisorio pasa por el desarrollo de su familia como un todo”. Y fue así que, en pocos años y con ayuda de organismos extranjeros, se construyó el primer CMT, ubicado en La Marín (1974), después el de Cotocollao (1982).

Antes de fundar el CMT, el padre Halligan permaneció dos años en Chimborazo y trabajó con la población indígena del lugar, pues su misión fue ayudar a los más necesitados.

Toda su labor fue reconocida una y otra vez, en el 2009 recibió varios reconocimientos nacionales e internacionales. El último se lo entregó el Ministerio de Educación, que reconoció el sistema de educación implementado en el CMT, ahora llamado Centro una Familia de Familias.