Con sus mochilas al hombro, los estudiantes de octavo semestre de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UTE van y vienen por el Taller A-3, ubicado en la Sede Matriz (Rumipamba, entre Atahualpa y Bourgeois). Están satisfechos con la entrega de los proyectos de fin de curso y que se basaron, en una de sus partes, en el uso de la Inteligencia Artificial (IA).

Son ocho grupos y todas las láminas, con mapas y análisis de las propuestas, se apoyan en las paredes del salón para que los docentes califiquen el esfuerzo. Allí se plantea la regeneración urbana de varios puntos de La Mariscal, un sector del centro-norte de Quito que tiene graves problemas de abandono y deterioro.

Jaime Salvador, uno de los estudiantes, mira detenidamente las láminas de su grupo y dice que la IA fue una herramienta importante para hacer un buen trabajo, pues le permitió tener una previa de cómo se vería el espacio una vez regenerado con todas las estrategias plateadas con antelación.

De esa enseñanza y aprendizaje con avances tecnológicos, el decano de la Facultad, Daniele Rocchio, se siente orgulloso. Entrar en la ola de la IA ha sido posible, menciona, por el espíritu innovador que caracteriza a nuestra Facultad, que siempre está actualizando sus conocimientos. Por ello, agrega, “nuestros estudiantes están preparados para el mundo contemporáneo y para relacionarse con un futuro de rápidas transformaciones”.

Pero, qué es la IA. Dicho de forma sencilla, consiste en intentar que las computadoras piensen y actúen como los humanos con la aplicación de algoritmos. Su historia comenzó en 1943, cuando los científicos presentaron el primer modelo matemático para la creación de una red neuronal.

Sin embargo, apunta Adrián Beltrán, director de Carrera, convertir texto a imagen sí es nuevo dentro de este recurso tecnológico, pues en junio de 2022 salió al público y comenzó a posicionarse en las estructuras educativas.

En el caso de la Facultad de Arquitectura y Diseño, la IA se integró en el proceso creativo de los estudiantes para entender mejor el espacio, de una manera rápida y eficiente. Y siempre teniendo en cuenta que: “el uso de la IA no es el fin como tal sino una herramienta para llegar a un resultado final”, menciona Sebastián Narváez, docente.

Para obtener una intuición arquitectónica o espacial de un edificio, por ejemplo, antes hay que brindar algunas ideas generales de lo que se busca: la interacción con el contexto, el tipo de espacio, la atmósfera. Es decir, son las primeras ideas de como quisiera que se convierta el espacio que está diseñando.

Con ello se obtienen dos cosas. Primero, optimizar el tiempo; segundo, la calidad de la presentación es extraordinaria. Erick Mora, otro estudiante de octavo semestre, avala aquello y agrega que “la IA es muy amigable, su uso es rápido y genera muchas ideas”.

Hacer un boceto con la calidad que otorga la IA podría demorar, para un estudiante que está a mitad de carrera, alrededor de una semana; y si usaría la IA, ese mismo joven requerirá solo dos minutos. Además, esto último brinda la oportunidad de generar muchas interacciones (prueba y error).

Pero ojo, no todos los resultados de la IA son válidos, admite Beltrán. Todo porque su proceso no es muy reflexivo, de allí que la guía del docente es vital para mostrar a los estudiantes el camino correcto y certero.

En el Taller A-3, los jóvenes dejan a punto sus trabajos finales y, poco a poco, abandonan el salón para que sus maestros evalúen el esfuerzo realizado a lo largo del semestre. Y se marchan con la convicción de que la IA es gran aliada en la educación, pero jamás será el reemplazo del estudiante o del arquitecto.